Era otoño .
El sol atenuaba sus rayos sobre las hojas.
-Haremos una sangría- dijo, sabiendo que nunca había querido probarla. -No me gusta el sabor del vino-le contesté reticente.
Aspiró el aroma de mi cabello, suspirando.
Esa noche , me mostró un balde metálico lleno a rebosar de mis frutas favoritas, bañadas en vino tinto. -Llevan macerando día y medio- me confesó sonriendo. Me tiré sobre ellas , para devorarlas a grandes bocados. El líquido se vertía en mi boca , manando a través de la pulpa fresca. Sabían sus labios a mar , cuando di el primer beso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario