Era el premio por los escasos emolumentos que conseguíamos
en Colonia Uno, pero ella lo quería. - Consíguemelos y te haré el hombre más
feliz de la galaxia-dijo con los ojos verdiazules entornados.
No era capaz de
negarle nada cuando hacía eso. Por esa razón más que poderosa, estaba como un
pringado trabajando en turnos de seis horas consecutivos en un asteroide de
puro metal que había aparecido en el campo gravitatorio de Marte, hacía poco
más dos décadas.
La vida era infernal allí, tanto que una parte de la paga te
la daban en bonos para el Hotel California. NO sé a qué venía el nombrecito
porque estaba en Luna 5, pero lo cierto era que quien había ido se machacaba
para regresar.
-¿Qué es lo que te dan, tío?- le pregunté al escocés que me acompañaba
en los turnos desde hacía dos semanas, recién regresado de Hotel California.
-
Ni con el soplete me lo sacarás , gabacho- me escupió en la cara. -Eso sí-
añadió, enseñando la prótesis bucal que le habían instalado tras la pelea con
el ucraniano de Luna 6- si me das tus emolumentos, te lo cuento.
Ya me estaba
empezando a mosquear la idea , porque pensé que era algo de droga o de
transferencia sexual, cuando recibí un cablegrama de la tierra en el que me
decían que mi novia se había fugado con un político indiano. No fue tan mal
como pensaba después de muchos créditos de alcohol gastados en la cantina y una
prótesis maxilar nueva.
- Bueno...¿ y qué?, ahora tengo el corazón roto y puedo
masticar piedras- dije riéndome a carcajadas en la sala de levitación anti
estrés.Luego me llegaron los emolumentos y la invitación del Hotel California.
-Haremos realidad tus sueños- rezaba en la portada, imitando el papel que hacía
tanto no veía desde que no existían árboles más que en las ludotecas .Te
llevaban hasta allí en sueño gravitatorio, por lo que desperté con el director
mirándome fijo. Era una copia de mi tío Pedro, el hombre que más había querido
en mi vida
.- ¿Cómo te encuentras , chaval?- me dijo con la voz ronca que
recordaba de la infancia. Me toqué los lóbulos para descubrir si me habían
insertado procesadores de memoria, pero no , aquello estaba sucediendo.
-
Podemos hacer realidad tus sueños- dijo el director, transmutándose en Rosetta,
haciendo realidad mis sueños de tomar su cuello y apretárselo hasta ver su
maldita lengua engañosa.
Luego volví a Colonia Uno como todos ellos, como lo que
eramos, presos desterrados de la Tierra. Con ganas inmensas de volver a Hotel
California y ajustar cuentas, con el muy perro del tío Pedro.
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